Medellín camina sobre las aguas: Resiliencia Urbana en la montaña
- Más Urbano
- 16 may
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Con el cambio climático, en Medellín y en muchas otras ciudades medias y grandes de Colombia se ha vuelto, cada vez más frecuente, que debido al incremento de las precipitaciones se bloqueen vías y se den deslizamientos. Esto pone en riesgo la vida de muchas personas e imposibilita que se desplacen de un lugar a otro, lo que ocasiona que queden confinadas en sus barrios.
La resiliencia urbana es la capacidad de una ciudad para resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de las amenazas, tanto naturales como socioeconómicas, de manera oportuna y eficaz (ONU-Hábitat, 2018). Además de desarrollar esta capacidad, se requiere, para enfrentar dichas amenazas, preservar y restaurar las estructuras básicas y funciones de la ciudad, así como su capacidad de gestión y articulación de recursos. Por esto es importante preguntar:

¿Cuáles son los principales retos que enfrenta el Valle de Aburrá, con el cambio climático?
Empecemos por identificar los principales riesgos a los que se enfrenta nuestra ciudad.
Inundaciones y deslizamientos: La ciudad al estar rodeada de montañas es vulnerable a lluvias intensas que pueden provocar deslizamientos de tierra y avenidas torrenciales. La disminución de zonas verdes, la construcción en ladera y alta ladera y la canalización de quebradas, realizada en el pasado, acelera la velocidad del agua e incrementa el poder destructivo en caso de crecidas.
Islas de calor urbano: La expansión urbana y la reducción de áreas verdes han aumentado las temperaturas en la ciudad. El Área Metropolitana ha realizado esfuerzos por sembrar nuevos individuos arbóreos, pero la impermeabilización de suelos, ya sea por construcciones privadas (sobre todo la reducción de zonas verdes en patios y antejardines) o por la ampliación de vías y la reducción de zonas verdes para el transporte, sigue siendo más grande que los proyectos con enfoque verde en la ciudad. Estos múltiples factores causan que el agua lluvia sea conducida en mayor cantidad hacia las vías, provocando inundaciones urbanas.
Variabilidad en las precipitaciones: Se han registrado cambios en los patrones de lluvia, con períodos de sequía más prolongados y lluvias más intensas en menor tiempo. Las grandes sequias causan un incremento en la probabilidad de incendios lo que repercute directamente en la calidad del aire y en la incapacidad de desarrollar las actividades con normalidad.

En Datos
La ONU-Hábitat ha calculado que durante esta última década los desastres naturales han afectado a más de 220 millones de personas y han causado un daño económico de 100 mil millones de dólares cada año en el mundo (ONU-Hábitat, 2018).
En el Valle de Aburrá, debido a la predominancia de altas pendientes, las laderas son susceptibles a movimientos en masa. Las áreas más extensas, con un nivel de amenaza alta a muy alta, se localizan en jurisdicción del municipio de Medellín y en los municipios del sur del Valle, también en el municipio de Bello, que presenta zonas extensas de amenaza muy alta en la parte alta de la cuenca de la Quebrada La García. En los municipios de Copacabana, Girardota y Barbosa predominan niveles de amenaza medios. Se calcula, así, que unas 46.567 viviendas del Valle de Aburrá se localizan actualmente en zonas de alto riesgo, no recuperable y unas 133.226 viviendas del Valle de Aburrá en zonas de protección ambiental, principalmente en áreas de retiro de quebradas. Según el DANE, en los 10 municipios que conforman el Valle de Aburrá un total de 1.239.729 viviendas están en riesgo, lo que equivale a un 15% del total de viviendas. Esto sin contar los comercios y viviendas que podrían verse afectados por desbordamientos de quebradas en la zona plana del valle. Si se calcula que 5.3 millones de personas habitarán en la zona urbana para el año 2050, en los municipios del Valle de Aburrá (DANE, 2019, agosto 22), solo nos queda por decir, que si no actuamos ya, estas emergencias solo se agravarán año tras año
Además, Medellín cuenta con 900 nacimientos de agua, 200 afluentes, 70 quebradas (Telemedellín 8 de mayo de 2023) y 19 humedales (Área Metropolitana. Instituto Humboldt. Futuro Sostenible, 2022). Esto deja prácticamente toda la ciudad en una zona de retiro de algún cuerpo de agua.

Entonces ¿Qué tenemos que hacer?
Ante esta situación es necesario entender muy bien nuestro territorio y lograr encontrar soluciones adaptadas a una ciudad con unas condiciones tal vez únicas en el mundo. El AMVA y la Alcaldía de Medellín vienen realizado enormes esfuerzos por entender las problemáticas y enfrentarlas. Se han elaborado, hasta ahora, múltiples documentos como son: el Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca del Río Aburrá (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Departamento de Antioquia. Área metropolitana del Valle de Aburrá. Universidad Nacional de Colombia, 2005), Política Pública de Construcción Sostenible (Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Universidad Pontificia Bolivariana, 2015), Medidas de manejo para las zonas de recarga del sistema acuífero y la sostenibilidad del agua subterránea del Valle de Aburrá (Área Metropolitana del Valle de Aburrá, Cornare, Corantioquia, Minambiente, 2019), Plan de Acción climática de Medellín 2020-2050 (Alcaldía de Medellín, 2021), además del Estudio nacional del agua 2022 (Ideam, 2023) y, por ejemplo, el nuevo estudio de las fuentes hídricas por parte de la secretaría de medio ambiente (Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial. Departamento de Antioquia. Área metropolitana del Valle de Aburrá. Universidad Nacional de Colombia, 2005) y la actualización de las zonas de amenaza por parte de Planeación Plan nacional de gestión de gestión del riesgo de desastres (UNGRD Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, 2019) o el documento sobre drenajes que adelanta EPM, del cual hasta este momento, se ha implementado un piloto de un Sistema Urbano de Drenaje Sostenible SUDS (Empresas Públicas de Medellín, 2024, 3 de mayo ), en la zona norte de Medellín. Todos estos documentos permiten tener un mejor conocimiento de nuestra realidad y apuntan a poder actuar sobre los desastres ambientales que se presentan y que cobran tantas vidas y afectan a la población.
El problema radica en la implementación. Aunque Medellín ha sido pionera en, por ejemplo, cambiar las zonas duras de los separadores viales por zonas verdes, esto aún es muy poco. La adecuación de andenes, la ampliación de vías, el poco control sobre patios y antejardines realizados por los privados, han causado que el suelo sea cada vez más impermeable, lo que arroja cada vez más agua hacia los desagües, esto lleva a su saturación y a inundar las vías.
Si bien, esto es un problema de control, también se debe a la poca conciencia que se tiene sobre el papel que tienen las calles, no solo en su componente de movilidad, sino, además, en la capacidad que tienen para mitigar los efectos de la variación climática.
Tradicionalmente las zonas urbanas no gestionan sus aguas lluvias como un recurso potencial, sino como un desecho. Como en muchas ciudades, el drenaje urbano en el Valle de Aburrá depende de una red de alcantarillado pluvial. Sin embargo, en gran parte, este sistema está mezclado con el alcantarillado de aguas residuales, lo que complica su funcionamiento.
Las quebradas y el río Medellín actúan como receptores naturales de la escorrentía urbana, pero con el crecimiento de la ciudad y la expansión de superficies impermeables, el caudal de agua que llega a estos cuerpos de agua ha aumentado significativamente. Esto ha incrementado el riesgo de inundaciones, afectando a barrios enteros, en temporadas de lluvias intensas.
Históricamente, la solución más común ha sido la rectificación e impermeabilización de los cauces, es decir, canalizar los ríos y quebradas con estructuras de concreto para controlar su flujo. Sin embargo, esta estrategia tiene consecuencias negativas: reduce la biodiversidad, elimina la capacidad natural de los cuerpos de agua para limpiarse de contaminantes y, paradójicamente, no elimina del todo el riesgo de inundación.
Actualmente, Medellín y Empresas Públicas de Medellín están trabajando en la formulación de un Plan Maestro de Drenaje Urbano, que busca soluciones más sostenibles para gestionar el agua de la ciudad. Esto podría incluir estrategias como la restauración de quebradas, la implementación de infraestructura verde y la promoción de un manejo más eficiente del agua de lluvia.
La oportunidad más grande está en las zonas verdes de la ciudad, si se mira su distribución: 11% de ellas se relacionan con los hitos del sistema orográfico y corresponden a los Cerros Nutibara, El Volador y La Asomadera, 17% está asociado a espacios públicos articuladores y de encuentro, un 12% vinculados con edificios públicos y equipamientos colectivos, el 7% con los sistemas de movilidad vehicular y, solamente, un 2% con los sistemas de movilidad peatonal (andenes). Es decir, es en este punto donde tenemos la deuda, pero también la posibilidad de mejora para reducir las inundaciones.
Un proyecto que ha sido propuesto en varios documentos técnicos de la ciudad, y que varios arquitectos han intentado implementar, aún sin la aprobación definitiva de EPM, Planeación o infraestructura son los SUDS (Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible), porque cuando se diseñan nuevas áreas urbanas o infraestructuras viales, es fundamental aplicar estrategias que permitan la recarga de las aguas subterráneas. Esto significa que el crecimiento de la ciudad no debe bloquear el paso natural del agua lluvia, sino que debe aprovecharla para mantener el equilibrio hídrico del territorio.
Para lograrlo, se pueden implementar varias medidas, como:
Evitar pavimentos impermeables en espacios abiertos, optando por materiales como adoquines o pavimentos permeables que permitan la filtración del agua.
Proteger las zonas verdes en parques (Alcaldía de Medellín, 2024) y espacios públicos, garantizando que sigan funcionando como áreas de absorción natural.
Diseñar antejardines ocupados por vegetación en lugar de parqueaderos, lo que contribuye a mantener superficies permeables en los frentes de los edificios.
Aplicar técnicas de drenaje sostenible, como la instalación de jardines de lluvia o sistemas de absorción que faciliten la infiltración del agua en el suelo.
Realizar estudios detallados para evaluar el impacto del bombeo de agua en edificaciones construidas por debajo del nivel freático.
Estas acciones no solo reducen el riesgo de inundaciones, sino que ayudan a mantener la calidad de las fuentes hídricas y fortalecen la resiliencia de la ciudad ante el cambio climático.
Si quieres saber más sobre estos sistemas puedes buscar en el Blog toda la información que hemos encontrado: Link al Blog
En conclusión, debemos entender que es importante apoyar proyectos que tengan en cuenta:
Capacidad de resistencia:
La ciudad debe estar preparada para soportar los impactos de eventos adversos, como desastres naturales, pandemias o crisis económicas.
Capacidad de absorción:
La ciudad debe ser capaz de amortiguar los efectos de los eventos adversos, minimizando los daños y las pérdidas.
Capacidad de adaptación:
La ciudad debe ser capaz de ajustar sus sistemas y estructuras para responder a los cambios y desafíos que presenta el futuro, como el cambio climático o la urbanización acelerada.
Capacidad de recuperación:
La ciudad debe ser capaz de volver a su funcionamiento normal o a un estado mejorado después de haber sido afectada por un evento adverso.
La resiliencia urbana no es un estado estático, sino un proceso dinámico que requiere de la participación de todos los actores urbanos, desde el gobierno local hasta los ciudadanos. La resiliencia urbana es fundamental para construir ciudades más seguras, equitativas y sostenibles.
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