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¡Juegos de Calle! Devolver el espacio a nuestros niños (y la diversión a los adultos)

¿Recuerdan cuando las calles eran nuestro patio de juegos? Un lugar donde la imaginación volaba, las reglas se negociaban y cada día era una nueva aventura. Lamentablemente, esa imagen idílica se ha ido desvaneciendo, reemplazada por pantallas y juegos en espacios privados y estructurados. Pero en masurbano.org, creemos firmemente que es hora de devolverle a la calle su rol fundamental como espacio de aprendizaje y juego para todos.

Imagen referente de una calle para jugar

Juegos de Calle en Moravia

En el 2019 Más Urbano fue convocado por el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia a un evento de integración entre la comunidad migrante colombiana y venezolana, para entretener a los niños, mientras los papás asistían a las a las actividades y talleres que habían sido programados para ellos. Fue así que detectamos que en el barrio no había un espacio destinado para que los niños jugaran.

Pensamos en algunos juegos sencillos de puntería, de colaboración y de retos simples, para hacerlos en espacios abiertos, pues no buscamos nada más allá de tener entretenidos a los niños, mientras los papás estaban ocupados. Recordamos nuestras propias experiencias de juego en las calles de nuestros barrios, lo que hoy casi no existe, pues el juego en la calle cada vez más es remplazado por juegos en espacios cerrados, con reglas preestablecidas o peor aún con tiempo en pantalla, con contacto a través del computador.

El juego en la calle aporta muchos más beneficios, que no se detienen en lo físico, sino que, además, al no estar estructurado permite el desarrollo de habilidades sociales y emocionales insustituibles. El juego en la calle sin reglas preestablecidas y sin la supervisión de los adultos hace que los niños aprendan:

  • Negociar reglas: ¿Quién va primero? ¿Dónde están los límites? El "vale todo" no existe en la calle.

  • Resolver conflictos: Una discusión sobre una falta en el fútbol, cómo incluir a un nuevo amigo o qué juego elegir, son situaciones cotidianas que les enseñan a dialogar y ceder.

  • Desarrollar la empatía: Comprender la perspectiva del otro para mantener el juego en marcha.

  • Fomentar la creatividad y la resiliencia: Inventar juegos con lo que tienen a mano (una piedra, un palo), adaptarse a los espacios y sobreponerse a pequeños fracasos (perder una partida, caerse y levantarse).

Observamos, incluso, que los niños mientras jugaban repetían las conductas que habían visto en sus padres, lo que nos llevaba a pensar que esto podría usarse para generar cambios en la cultura ciudadana.

Esta experiencia nos condujo, durante muchos años, a seguir pensando y trabajando en una propuesta de juegos para la calle. Hablamos con pedagogos y profesores de educación física, con muchas personas que se interesaban en el juego y fue así que años después logramos realizar una segunda experiencia, con un mayor conocimiento y planeación.  El lugar escogido para su realización fue la plazuela San Ignacio, esta vez, como parte de un evento que realizaba Comfama, cada mes.


La Plazuela San Ignacio: Un Reencuentro con el Juego Libre

Con juegos simples y el acompañamiento de voluntarios de pedagogía, educación física y psicología (con la instrucción de intervenir lo menos posible), la magia del juego libre se desató.

Lo primero que saltó a la vista fue que los adultos también se unían. Muchos habían olvidado lo que era jugar en la calle: lanzar una pelota, armar un rompecabezas, saltar a la cuerda o jugar a la golosa. Era evidente que habíamos perdido espacios para el juego al frente de nuestras casas, pues este había sido invadido por carros y motos, y con ello, ya no existía la posibilidad de simplemente estar en la calle sin peligro.

Esta experiencia nos confirmó algo que habíamos detectado en nuestra primera experiencia en Moravia, que los niños no necesitan juegos preestablecidos; usan lo que encuentran para imaginar nuevos mundos. El mobiliario lúdico que habíamos ubicado en la Plazuela, no estaba hecho para definir el juego, sino para indicar a los adultos el espacio donde sus hijos podían jugar libremente.

Lo que más llamaba la atención era ver un espacio en el centro de la ciudad destinado para el juego de los niños. Esto no existía, pues siempre se pensaba que el centro solo está habitado por adultos y era solo un sitio de comercio.

Niños Jugando en las diferentes intervenciones de Más Urbano

Ciudades para Jugar: Un Desafío Global y una Oportunidad Local

Reconfigurar el espacio urbano para el juego no es una utopía. Existen experiencias exitosas en todo el mundo, como las ciclovías nacidas en Bogotá y proyectos como Play England o Barcelona Ciutat Jugable. Todas ellas demuestran que es posible recuperar tramos de asfalto y transformarlos en espacios vibrantes para el aprendizaje y el disfrute.

Es crucial entender que los niños no solo aprenden en la escuela. Los entornos familiares y barriales, donde pasan gran parte de su tiempo interactuando con sus seres queridos y vecinos en el espacio público, son, también, fundamentales para su desarrollo. Esto lo señala muy bien GeckoWalls.es, al decir: "Si bien los parques infantiles clásicos actúan como una posible respuesta a este problema, estos no siempre son los mejores ejemplos de juegos accesibles. Las ciudades, pues, necesitan más espacios públicos que sean accesibles, inclusivos y que incentiven el juego."


El Caso de la Ciclovía: Un Legado de Juego y Movimiento

La ciclovía, nacida en Bogotá en los años 60, es un testimonio de cómo una idea revolucionaria puede transformar el espacio urbano. Lo que comenzó como una propuesta para demostrar la viabilidad del transporte en bicicleta, se ha convertido en un fenómeno global. Hoy, estos espacios no solo son para ciclistas, sino para caminantes, corredores, y sí, para niños jugando. En Medellín, por ejemplo, las ciclovías barriales, aunque menos visibles, son verdaderos espacios de disfrute para los vecinos, cerrando las calles por unas horas y allí, por supuesto, encontramos a los niños.


Play England: El Juego como Derecho Universal

En el Reino Unido, organizaciones como Play England lideran la defensa del derecho al juego y a la creación de entornos urbanos que lo faciliten. Su trabajo no solo promueve, sino que incide en la política, buscando una "legislación de suficiencia de juego" que obligue a las autoridades locales a garantizar suficientes oportunidades de juego para todos los niños.

Uno de sus enfoques más relevantes son las "Play Streets" (Calles de Juego), que permiten el cierre temporal de una calle al tráfico motorizado. Durante estas horas, la calle se transforma en un espacio seguro para correr, saltar, pintar con tiza y explorar. ¿El impacto? Un aumento significativo en la actividad física de los niños, mayor cohesión comunitaria, el fomento de la independencia y la confianza, y la reducción del aislamiento.


Barcelona Ciutat Jugable: Una Metrópolis que se Reinventa

Barcelona ha abrazado el juego como un pilar del desarrollo urbano con su ambicioso proyecto "Barcelona Ciutat Jugable". Esta iniciativa estratégica busca integrar el juego en la planificación y el diseño de la ciudad. Lo hacen a través de dos estrategias principales:

  • Patios Abiertos y Zonas Jugables: Transformando patios escolares en espacios de juego públicos y creando "rincones de juego", con mobiliario adaptable y elementos naturales.

  • Juego en la Calle y Actividades Temporales: Fomentando el uso temporal de calles y plazas para actividades lúdicas que promueven el juego colectivo y la ocupación ciudadana del espacio.

El resultado es un aumento en la actividad física de los niños, una disminución de los riesgos de tráfico, y un fortalecimiento de la interacción social entre vecinos.

No se trata de erradicar los parques, como podría pensarse, sino de ampliar el espacio de juego a la calle, pues esta ofrece una estimulación y un aprendizaje únicos. Promover el juego en la calle es un llamado a las administraciones locales, a las comunidades y a los padres para que abran las puertas a una infancia más activa, creativa y socialmente conectada.

Porque, al final, una ciudad donde los niños pueden jugar libremente en la calle es una ciudad más sana y vibrante para todos.

 
 
 

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