top of page

La bicicleta como herramienta de paz y justicia social

En el Foro Mundial de la Bicicleta (FMB6), que este año fue celebrado en ciudad de México, varios activistas y promotores de la bicicleta expusieron sus proyectos sociales y culturales alrededor de este medio de transporte sostenible, sano y económico. Para ellos a través de la bicicleta se pueden cohesionar las comunidades, transformar los espacios y las personas, pues su uso crea oportunidades de diálogo y conciliación.



Según Agustín Martínez, uno de los coordinadores del Foro, precisamente el nombre que se le dio a esta sexta reunión de ciclistas del mundo, Ciudades Hechas a Mano, alude a ese poder de cambio que se puede lograr por medio del transporte sostenible.


“Las personas que ocupan los espacios, o el territorio, con la bicicleta generan lugares seguros. Cuando sales a las calles te involucras con la ciudad, conoces al policía, saludas al que vende el periódico o al dueño de la tienda. Esta relación más íntima y directa con la configuración social y geográfica genera una convivencia más sana y humana”, asegura Martínez.

Para él, la persona que usa la bicicleta puede conectarse por medio de esta con mundos afines o contrarios; por lo tanto, se convierte en ciudadano, miembro activo del Estado, y puede comunicarse con mayor facilidad, entender al otro a pesar de la diferencia, dialogar, enseñar, compartir y generar paz en su entorno.


Precisamente debido que la bicicleta tiene la bondad de empoderar a quien se sube en ella, conectarlo con su entorno, Más Urbano quiso recopilar dos de las tantas historias que estuvieron en el Foro Mundial de la Bicicleta. Estas experiencias nos hablan de las transformaciones sociales y culturales que han gestado grupos de personas y colectivos en diferentes ciudades por medio de la bicicleta.


“Más bicis menos tanques”


Uno de estos protagonistas es Yesenia Campillo, de Heroica Matamoros, una ciudad en el estado de Tamaulipas, en México, ubicada al sur de la boca del Río Bravo, que colinda con la ciudad fronteriza de Brownsville, Texas.

En ese lugar, donde viven casi medio millón de habitantes, tras el ascenso de Felipe Calderón a la presidencia, se gestó desde el 2006 una guerra frontal entre el estado mexicano y el narcotráfico organizado. Las calles, plazas y parques se llenaron de tanques, armas, policías y ejército.

“El conflicto afecto la economía y la integridad de la gente. Esto los llevo a migrar a otras ciudades o tomar la decisión de recluirse en sus casas. Pasó de ser una ciudad con una dinámica económica, cultural y socialmente muy viva, a una zona de confrontación y guerra”, dice la activista.

Sin embargo, en el 2011, durante el pico de la ola de violencia aparece el movimiento Pacto por la Paz que inundó las calles con carteles y grafitis. Esta, asegura la mujer, fue una de las primeras señales de esperanza para los habitantes de la región. Ellos instaban al gobierno a poner fin a la estrategia de la guerra y asumir un enfoque de seguridad ciudadana basado en la igualdad y la convivencia.



Fotografías cortesía: www.facebook.com/insolentematamoros


“Convocamos a la sociedad civil a organizar un “Encuentro Nacional” de las experiencias de seguridad pública y defensa ciudadana autogestiva y comunitaria, que ya existen en el país, para poder reflexionar colectivamente las alternativas ciudadanas al respecto, y cómo reconstruir el tejido social en las comunidades, barrios y colonias a partir de conocer y diagnosticar la forma que toma la delincuencia en cada región y saber cómo frenarla”, dice un aparte del Pacto.


En este contexto y respondiendo a este llamado social, cuenta Campillo, en el 2013 aparecen los primeros grupos de ciclistas urbanos, que comenzaron a tomarse las calles, las avenidas y los barrios de Matamoros, con el objetivo de promover la convivencia pacífica por medio de la bicicleta.


“Nos bajamos del auto y comenzamos a interactuar con la ciudad, con la gente, por medio de expresiones artísticas y culturales. Muchas personas se sumaron: organizaciones, fundaciones, colectivos y deportistas. En un inicio éramos unos cuantos locos con sus bicis, pero hoy ya somos cientos los que rodamos por la ciudad”, narra la activista.

Por eso y con la alianza de todos los colectivos crearon la Unión Ciclística de Matamoros, que coordina paseos en bicicleta todos los días, crea actividades y concursos deportivos y artísticos, organiza presentaciones de películas al aire libre y foros sobre el valor de la bicicleta en la sociedad.


Aunque han logrado sacar a la gente de sus casas, comenzar a recorrer la ciudad y a generar lazos de comunidad, Campillo señala que aún tienen un largo camino por recorrer. Para ella salir en bicicleta en Maramoros aún es peligroso; además, señala, la cultura está impregnada de racismo y clasicismo, lo que genera exclusión y violencia.


“Seguimos el modelo de movilidad Norteamericano, que son los suburbios, las carreteras, las grandes avenidas pensadas para los autos. Pero desde los colectivos queremos transformar la realidad. Que las personas que ruedan se conviertan en agentes individuales de cambio”, asegura la activista.


Por eso, cuenta Campillo, la Unión está en un punto donde sus integrantes se preguntan cuál es el siguiente paso para continuar de lo social a lo político, y así generar cambios de mayor envergadura.


Confían en que por medio de esta incidencia ciudadana nunca más vuelva la guerra y el miedo a la ciudad. “Creemos que lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, no es llenar las ciudades de tanques, las causas son sociales y ahí hay que apuntarle. Lo que buscamos es que todos los ciudadanos convivamos y estemos unidos”, agrega.




Fotografías cortesía: www.facebook.com/insolentematamoros


Pedalazos para el alma


Felipe Tamayo dedicaba su vida a la reportería gráfica y a la edición de fotografía, pero un día se cansó del trabajo, de la gente y decidió irse a viajar en su bicicleta por Latinoamérica. El objetivo era encontrarse a él mismo, recubrirse y definir qué quería hacer en la vida.


En el camino llegó a pueblos y ciudades donde aún existen familias enteras viviendo en la intemperie, niños desnutridos, sin oportunidades, padres que deambulan por las calles en busca de comida. Esto le abrió los ojos sobre las realidades, dejó de compadecerse de él mismo y se dio cuenta que el poder para transformar estaba en sus manos y en cada pedalazo con el que recorrió 1.300 kilómetros.


“Me di cuenta que en mis piernas tenía la herramienta para replantear el mundo y que si no me gustaba podía cambiarlo de alguna manera. Llegué a Colombia después de un año, necesitaba ordenar mi cabeza, ya pensaba en Pedalazos Que Unen Pueblos como un proyecto viable. Trabajé en cosas que no me gustaba para conseguir dinero, pero mi cabeza daba vueltas”, cuenta el activista.


Mientras cavilaba sobre la búsqueda de financiación y seguía trabajando, creo el método del proyecto que consiste en cinco pasos: nutrición, movilidad, educación, emprendimiento y vivienda. Explica que un niño para mover una bicicleta necesita estar nutrido, tener algo en el estómago, y una vez lo obtiene, precisa educación, ir a estudiar. Pero en el colegio exigen útiles escolares, por eso Pedalazos se los proporciona.





Además de esto, señala que el punto clave llega con el enfoque hacia el adulto, el padre o madre del niño o niña. A ellos el proyecto busca enseñarles a trabajar y producir de acuerdo a sus capacidades, les da herramientas para poner en marcha su creatividad, crear empresa y comenzar a vender y a adquirir rendimientos de esta.


Explica que en esta cadena la bicicleta es el eje transformador de todo, porque es a partir del entendimiento y uso de esta que cambian los valores sociales y culturales. “Yo estoy convencido que por medio de la bici y la educación el mundo puede evolucionar, pues uno de los mayores obstáculos de la sociedad es el objeto del deseo del motor, que endeuda a las familias, contamina y separa a las comunidades”, dice.


En cambio, explica el activista, la bicicleta une a los individuos de forma gratuita, sin contaminar, pero también permite que niños o adultos se movilicen a su colegio o a su trabajo por sus propios medios. Con la bicicleta se acaban las deserciones escolares, esta acerca al niño al aula de clase de forma divertida.


El primer sitio a donde Tamayo llegó con Pedalazos fue Sabanalarga, en el departamento de Atlántico. Para recaudar fondos y visibilizar el proyecto hizo un recorrido por el país en el que decidió vender cada kilómetro de los 1.185 que transitó. En el camino surgieron personas que se le unieron en el trayecto, aportes en dinero o en comida, y también despertó el interés de algunos medios de comunicación.


Con las contribuciones de comerciantes y empresarios, además del desplegué mediático, la fundación pudo hacer la dotación completa de un comedor para 85 niños, con sillas, mesas y media tonelada de alimentos.


Después apoyó la construcción de una escuela local y hoy en día Sabanalarga tienen el Centro de Biciemprendimiento, que apoya a 1.700 familias, en donde enseñan diferentes oficios, como costura, bordado, fotografía o reparación de bicicletas. Asimismo, las personas tienen acceso a maquinaria e implementos para llevar a cabo sus proyectos empresariales y de innovación.





En este lugar, abierto a la población, hacen además talleres para sensibilizar a las personas que han sido víctimas del conflicto y hay un club de tareas, donde los niños y niñas cuentan todos los días con la ayuda de profesores.


“Lo que estamos haciendo es apoyando la educación y la economía de las familias desde la bicicleta, pues así podemos mejorar la condición de vida de las personas. Si desmontamos ese paradigma del motor desde el imaginario de los niños vamos tener sociedades que entienden que tener moto o carro no es una panacea, sino una forma de endeudarse”, señala.

En noviembre de 2015 inauguraron la primera biblioteca, que no ha parado de crecer y en la que ya hay un programa de lectura diaria, con la participación de 85 niños. Para el primer trimestre de 2016 realizaron la primera brigada médica para los barrios Santa Rosa y Siete de Agosto en Sabanalarga. También han entregado 200 kits escolares.


Para ayudar a las familias Tamayo visita las casas, habla con los niños y niñas, ve las condiciones en que viven. Cuenta que casi siempre se encuentra con que no cuentan con servicios de agua potable, no tienen baños o sistema de alcantarillado. Para él, crecer en un tugurio, es muy difícil, por eso dentro del proyecto se han entregado baños y les han ayudado en la reconstrucción de sus viviendas.


“Espero que nuestro modelo sirva como ejemplo para que se replique en todo el país y más ciclistas se den cuenta que la bici puede salvar vidas y transformar el mundo. Así como la integración con la Empresa Privada por medio de la bici que es también viable y redituable para la comunidad”, agrega.



Escrito por: Paola Morales

Agradecimiento: Agustín Martínez, Yesenia Campillo y Felipe Tamayo

Colaboración: Laura Elena Zuluaga

Fotografías cortesia: Felipe Tamayo: Pedalazos que unen pueblos e insolentes Matamoros

116 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page